«Nadie puede convencer a otro de que cambie. Cada uno de nosotros custodia
una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde adentro. No podemos abrir la
puerta de otro, ni con argumentos ni con apelaciones emocionales» (Marilyn
Ferguson)
Normalmente transferimos que determinadas conductas implican que somos de
tal o cual manera y es ahí donde reside la complejidad del cambio porque
atribuimos una causalidad estable e innata en la persona.
Desde que nacemos, avanzamos.
Nos vamos adaptando a la sociedad en la que vivimos, aprendemos lo que está
bien y lo que no, lo que se puede hacer y lo que no es propio y vamos
adquiriendo una serie de valores y actitudes ante la vida. Todo nos determina,
incluida nuestra historia vital.
Si esto es así, ¿a qué edad dejamos entonces de cambiar, de evolucionar?
¿Por qué nos agarramos a un clavo ardiendo a pesar de las llagas que nos
genera, si a lo largo de nuestra vida y según nuestras experiencias vitales y
personales, seguimos evolucionando?
Utilizando la metáfora de la llaga, entendida como la zona de confort donde
vivimos diariamente, tenemos dos opciones:
1.
Decidir curarla, a pesar de que eso implique un
sufrimiento a corto plazo (desinfectar, curar, cicatrizar) pero grandes
beneficios a largo (equilibrio, felicidad, desarrollo)
2.
Pasarnos la vida con la llaga pues aunque nos moleste ya
forma parte de nuestro cuerpo. Viviremos entonces con miedo y resignación.
¿Que podemos hacer en la relación con los otros?
*Aceptar a las personas tal y como son.
*Cuando queramos decirle algo a alguien utilizar la estrategia Expectativas vs Compromiso: Describe la situación de la forma más objetiva posible, describe el comportamiento y expresa lo que te hace sentir.
*NO etiquetes a la persona, no hables de cualidades personales sino de comportamientos.
¿Y en relación a nosotros mismos?
*Obsérvate y aprende a conocerte
*No dejes que el miedo te paralice y trata de mejorar día tras día, a pesar del esfuerzo que pueda suponerte.
*Descubre tus fortalezas y potencialas.
Cuando una puerta se cierra, no te quedes mirándola pues así, dejas de ver las innumerables puertas que están abiertas.
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